Ana Mora explica que al estallar la guerra «incivil», como ella la llama, su abuela Gertrudis huyó con sus tres hijos, de entre 2 y 9 años, con su marido Manuel, que era carabinero republicano, y su suegra. Vivió el episodio de la huida de la carretera Málaga-Almería, ‘La Desbandá’. El abuelo fue detenido y fusilado y ella tuvo que regresar a Casares donde, para mantener a sus hijos, tuvo que buscarse la vida como recovera. Las recoveras compraban y vendían gallinas y huevos. Como no había en Casares ningún medio de transporte hasta La Línea, estas mujeres iban andando 49 kilómetros para llevar productos desde el pueblo: chacina, aceite, huevos, jabón; y traer de estraperlo o contrabando de Gibraltar, mercancía como tabaco de picadura, café, pan blanco de ‘lata’, mantequilla del ‘patito’, mecheros, medias de cristal. Gertrudis iba una vez por semana, o cuando reunía dinero para poder comprar. Junto a ella había otras muchas en el pueblo como ‘La Gallipava’, ‘La Juanillagil’, ‘La Vinagra’, ‘La Chíchara’ o ‘La Chorla’. Todas ellas matuteras, estraperlistas o contrabandistas, era el mismo oficio.Tras hacer los 49 kilómetros, una vez en el pueblo, la guardia iba en busca de las recoveras para torturarlas. Ana dice que su abuela «dejaba siempre lo mejor que traía para cuando viniese el torturador, y poder convencerle de que la dejase en paz con sus niñas». Hasta los años 60 estuvo Gertrudis haciendo la ruta. Su nieta comenta que luego montó su tiendecita. «No aprendió nunca a leer y escribir pero inventó su propio código y sistema de numeración para anotar las deudas de sus clientas», recuerda. “El pueblo se llenó de mujeres solas: madres, hermanas, novias, compañeras…Todo Casares se vistió de luto” Todos los nombres
Homenaje a las Recoveras
Ruta de las Recoveras
III Jornadas Ruta de las Recoveras