Sin la recuperación de las mujeres víctimas de la Guerra de España y el franquismo nunca será completa la recuperación de la Memoria Histórica y Democrática. Solo así podremos construir una cultura de los derechos humanos inclusivos frente a la cultura de la impunidad.
Mujeres Granadinas represaliadas
Antonina Rodrigo
La proclamación de la Segunda República en 1931 supuso el impulso de una nueva educación civil en la que se hallaba inmerso el proceso de la liberación de la mujer. Cinco años después la sublevación militar del 18 de julio amenazó con destruir muchos de los logros que la visión progresista de la República estaba alcanzando, de ahí que la entrega de la mujer contra la represión fascista fuera apasionada en todos los frentes durante la Guerra de España y el exilio. Granada mostró un perfil pusilánime, acobardado, rendido a los sublevados, desde el primer momento.
Sin embargo, contamos con muchas excepciones en el ejemplo de hombres y mujeres que lucharon en la guerra y en la posguerra por defender sus convicciones. Este libro pretende recuperar y retener la memoria histórica de esa lucha feminista en la adversidad a través de los relatos de vida de mujeres tan distintas como Matilde Robles, la madre de los hermanos Quero, martirizada por el exterminio de sus hijos; la pescadera Trinidad Capeli, fusilada, como muchos de los suyos; Vicenta Lorca, madre de Federico; Rosario Fregenal, la Fregenala, modista sindicalista, o doña Paquita Casares, maestra republicana y ejemplo anónimo de la educación libre y humanista auspiciada por la defenestrada República.
La antigua cárcel de mujeres, un Lugar de Memoria Democrática, reivindica Rodrigo
Muchas de ellas pasaron por la cárcel de mujeres que se acondicionó en el convento de la cuesta de San Gregorio. Un lugar en el que se deben conservar documentos del paso de estas mujeres. Antonina Rodrigo lo ha intentado en numerosas ocasiones y las monjas “siempre me han dado con las puertas en las narices”. La historiadora reivindica que ese lugar, donde recluían a las mujeres a la espera de que un camión las recogiera para llevarlas a fusilar, sea declarado Lugar de Memoria Histórica. Y reivindica también que Granada dedique una calle o un jardín a las mujeres que atendieron a Antonio Machado en Colliure. “Que el nombre de esas mujeres esté en nuestras calles”.
Calle Cárcel Alta
En sus proximidades estuvo la Normal de Mujeres hasta 1933. Hoy el edificio está ocupado por el Colegio de Abogados.
Es sabido que el Magisterio fue uno de los pilares de la Revolución Pedagógica de la IIª República. Dignificación del papel de los docentes, construcción de muchísimas escuelas, renovación de métodos educativos, laicidad, coeducación, dotación de bibliotecas, Misiones Pedagógicas, etc.
Para dar paso a estas transformaciones se construye un nuevo edificio, joya arquitectónica y pedagógica, que sustituyó a este antiguo, como Normal de Magisterio de Granada. Situado en la Gran Vía, fue inaugurado el 1 de octubre de 1933, por el Presidente de la República. D. Niceto Alcalá Zamora. Albergó, por supuesto, a jóvenes de ambos sexos.
La función del nuevo magisterio, dignificado a todos los niveles, no pasó desapercibida tras el golpe militar de 1936. Sobre maestros y maestras se ejercería una fuerte represión y persecución. La “Comisión Depuradora de la Enseñanza Primaria”, se encargaría de la “limpieza ideológica”. Sólo en Granada, según los estudios que se van realizando, 52 maestras fueron sancionadas.
Formar bien a las futuras maestras fue la obra que acometió la profesora María Luisa Pueo Costa. Sobrina de Joaquín Costa, padre intelectual del movimiento Regeneracionsta, quedó huérfana siendo muy niña y se educó a la sombra de su tío y protector.
María Luisa, había llegado a Granada como Inspectora de Enseñanza Primaria, recorriendo los caminos de la tortuosa provincia, para visitar las escuelitas, muchas veces montada en un mulo. En Granada conoció al que sería su marido, el profesor Agustín Escribano, catedrático y Director de la Escuela Normal, entre 1931 y 1936.
Durante el período republicano, María Luisa fue profesora de dicha Escuela Normal y Secretaria de la Residencia de Señoritas Normalistas, situada en el Barrio de Fígares, en la Calla Alhamar.
D. Agustín Escribano seria fusilado, corriendo igual suerte que otros muchos profesores universitarios. Fue en septiembre de 1936.
Doña María Luisa sufrió, además de esta gran pérdida, la de su puesto como profesora, se vio obligada a abandonar Granada “con lo puesto” y una bebé entre sus brazos. Regresaría a ocupar su lugar como docente años más tarde. Siendo parte de su castigo, creemos, tener que compartir la docencia con algunas personas comprometidas con el golpe fascista, así como someterse a las condiciones impuestas por las nuevas autoridades.
1936 se escribe con nombre de mujer
La sangre sonará por las alcobas y vendrá con espada fulgurante, pero tú no sabrás dónde se ocultan el corazón de sapo o la violeta. Tu vientre es una lucha de raíces, tus labios son un alba sin contorno, bajo las rosas tibias de la cama los muertos gimen esperando turno».
Con este fragmento de la poesía lorquiana ‘Casida de la mujer tendida’, el autor pareció tener una intuición de lo que representaría la figura femenina durante los años de la Guerra de España.
Muchas han sido ya las veces que se ha hablado de los últimos momentos de García Lorca, convertido, quizá por su trágica muerte, en un mito. El poeta granadino se alza como uno de los estandartes de esta época, en la que revolución y rebeldía no eran sinónimos de un nuevo comienzo, sino de un amargo final.
Pero poco o nada se conoce de las mujeres, que como él y tantos otros, se introdujeron en los círculos intelectuales y lucharon por defender unos valores cuyos principales motores eran la igualdad y el respeto hacia la imagen de la mujer.
Rosario Fregenal, más conocida como ‘La Fregenala’, modista y activista en potencia, muy comprometida con los valores republicanos; Agustina González López, ‘La Zapatera’, liberal, intelectual y política -fundadora del partido ‘El Entero Humanista’-, escribió ensayos y obras de teatro, entre las que destacan ‘Opúsculos Philosóficos’; Antonia Molina Pérez, una niña de 13 años; o María Luisa Pueo Costa, profesora exiliada cuando asesinaron a su marido, el catedrático y director de la Escuela Normal, Agustín Escribano. Son nombres de mujeres que murieron o se exiliaron manteniéndose fieles a sus valores. Lejos de miedos a represiones, estas féminas pagaron con su vida la defensa de sus ideales.
El 1 de noviembre de 1936, el barrio del Realejo asiste a la acusación y posterior entrega de ‘La Fregenala’ por parte de tres de sus vecinos. Las fuerzas sublevadas la llevaron hacia el Barranco de Víznar, a pesar de la intervención que, en su favor, hizo Manuel de Falla, ya que Rosario era modista de Carmen, hermana del gran compositor. Dos tiros bastaron para acabar con la vida de esta mujer de 42 años, fusilada por pasear la bandera republicana durante las elecciones de ese año.
Primeros días de agosto de 1936. Agustina González, más conocida como ‘La Zapatera’, era una mujer culta, gran oradora, pintora y en la que parece que Lorca se inspiró para escribir ‘La zapatera prodigiosa’. Envidiada por su belleza y tratada de loca, Agustina González murió acusada por ser, además de una feminista en potencia y cabeza pensante de todas las manifestaciones contra el caciquismo, una de las primeras que se atrevió a hablar de la conveniencia del matrimonio entre personas del mismo sexo.
El 23 de julio de 1936 una joven de 13 años de la que sólo se conoce su nombre, Antonia Molina Pérez, se ve arrastrada, sin explicación alguna, hacia ‘La Colonia’ de Víznar para ser tiroteada junto con otras activistas republicanas.
Otra luchadora, María Luisa Pueo Costa, fue profesora y responsable de dirigir la Residencia Femenina de Estudiantes. Esposa del catedrático Agustín Escribano, estuvo perseguida, al igual que centenares de docentes, porque se creía que promulgaba la idea de la República entre sus pupilos. Cuando su marido fue fusilado, ella se vio obligada a abandonar Granada con su hija ante la posibilidad de ser asesinada a manos de las fuerzas falangistas.
Granadina de adopción
Aunque no se conoce la fecha exacta de su ejecución, la vienesa Margaret Adler también fue fusilada en Víznar. Pareja sentimental del arquitecto granadino Alfredo Rodríguez Ordaz, Adler sorprendió a la conservadora sociedad de la ciudad por su modernidad y sus hábitos liberales. Detenida cuando estaba de vacaciones en Salamanca, ella, su marido y su hijo fueron trasladados de nuevo a Granada donde, tras pasar por el Gobierno Civil, el matrimonio fue asesinado en el que ya es el barranco de la muerte, en la localidad de Víznar.
Guerra Civil en Málaga: Cronistas extranjeras del horror de la Desbandá.
Bernardo Díaz Nosty reúne en el libro ‘Periodistas extranjeras en la Guerra Civil’ a 161 nombres propios. La toma de Málaga y la cruenta huida por la carretera de Almería protagonizó algunos de sus relatos.
Reportaje de Simone Téry sobre la “tragedia de Málaga” con fotos de Capa y Taro.
La Guerra Civil española atrajo a cronistas de medio mundo que arriesgaron, e incluso, perdieron su vida para narrar a los medios internacionales las tragedias de la lucha armada. Entre ellos, 161 periodistas extranjeras, escritoras, también enfermeras o colaboradoras de las Brigadas Internacionales y que posteriormente dejaron sus vivencias narradas en biografías o novelas.
Y el cruento episodio sufrido tras la toma de Málaga por el ejército rebelde, la Desbandá por la carretera de Almería, el desplazamiento de cientos de miles de personas, tuvo en sus relatos un papel muy significativo. El libro Periodistas Extranjeras en la Guerra Civil, que prepara el investigador y escritor Bernardo Díaz Nosty, recoge los nombres propios de todas ellas.
Mariana Ginestà, en la icónica fotografía de Hans Gutmann tomada en Barcelona en julio de 1936.
“Podía parecer que habían sido 10 ó 15 las periodistas enviadas a España desde el 36 al 39 pero superaron las 160, colaboradoras de prensa o fotoperiodistas en su mayoría de más de veinte nacionalidades”, explica Díaz Nosty, que ya tiene muy avanzada esta próxima obra.
Comenta el investigador que los textos de estas mujeres “permiten construir un relato distinto, mientras que ellos hablan más de batallas, de frentes, de la actividad política o las negociaciones, ellas suelen fijarse en los efectos de la guerra en los más vulnerables, en las mujeres y niños, en los desplazados”.
El éxodo malagueño de febrero de 1937 tomada por el canadiense Hazen Sise.
La mayoría, apunta Díaz Nosty, son “pacifistas que no entienden el sinsentido de la guerra, que se sensibilizan con el sufrimiento de los heridos y empatizan con los niños, que van a la morgue, muchas son activistas, inglesas, francesas, que buscan refugios para los menores, que intentan sacarlos de las zonas de bombardeos”.
De las 161 cronistas que recoge el libro, entre 10 y 15 fueron afines o trabajaron con el bando de Franco. “Desde el punto de vista ideológico el grueso de estas intelectuales estaban relacionadas con ideas progresistas, comunistas, algunas eran mujeres de ascendencia judía y militancia de izquierdas”, indica el investigador y periodista.
Artículo de Gerda Grepp para el Arbeiderbladet, ‘En la sentenciada Málaga’
Llegaron desde Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Rusia, Italia, Alemania y muchas de ellas retrataron con sus propias cámaras los horrores de la contienda. En sus crónicas se refieren en múltiples ocasiones a los malagueños que se encuentran desplazados en Almería, Murcia, Valencia o Barcelona.
Algunas también vivieron en primera persona la Desbandá de febrero del 37, cuando miles de personas salieron casi con lo puesto ante el avance de las tropas fascistas y que fueron bombardeados por mar y tiroteados por aire en su camino a Motril.
Shiela Grant Duff
Shiela Grant Duff (Reino Unido, 1913-2004) fue contratada como freelance por The Observer y se convirtió en la primera británica que trabajaba como corresponsal en el extranjero. Edgard Ansel Mowrer, Premio Pulitzer y responsable en París del Chicago Daily News “le propuso una misión delicada en Málaga, que acababa de caer en manos de los sublevados y en la que aún no había entrado ningún corresponsal extranjero”, como narra Díaz Nosty en el libro. Más que de periodista le pedían un trabajo de espionaje.
Duff debía averiguar, pasando lo más inadvertida posible, si las fuerzas italianas habían violado el acuerdo internacional de no intervención, si se estaban construyendo fortificaciones en el puerto de Málaga, indagar sobre el trato que recibían los prisioneros republicanos y, “de forma prioritaria, conocer si el periodista húngaro Arthur Koestler seguía con vida” tras haber sido apresado por espionaje en favor de la República, explica el libro.
Después de un azaroso viaje a Málaga, a la que llegó en autobús desde Algeciras, Duff se encontró con una ciudad desierta en la que, a media noche, se ejecutaban a los que durante el día habían sido condenados en juicios sumarísimos.
En el puerto comprobó que había dos destructores españoles y uno italiano, pero no se estaban construyendo fortificaciones. El cónsul inglés le recomendó olvidarse de Koestler y “sintiéndose en una situación muy arriesgada, tomó el primer autobús a La Línea y pasó a pie la verja de Gibraltar”. Su paso por Málaga fue breve pero la convirtió en la primera periodista en llegar tras la toma por los franquistas de la ciudad. La última en salir fue la noruega Gerda Grepp, que lo hizo doce días antes junto a aquellos que huyeron por la costa.
Shiela Grant Duff en 1939.
Gerda Grepp
Gerda Grepp (Noruega, 1907-1940), periodista del Arbeiderbladet, viajó a España en octubre de 1936 y “escribió numerosos textos desde enclaves de alta tensión bélica”, relata el investigador. Y agrega que sus crónicas siempre fueron cercanas al sufrimiento de la población civil. En Valencia conoció la noticia de la ofensiva sobre Málaga y viajó a esta ciudad, a la que llegó el 28 de enero con el húngaro Arthur Koestler.
Con él también saldría por la carretera de Almería junto a los desplazados. El 22 de febrero de 1937 publicó en el diario noruego su artículo titulado En la sentenciada Málaga, en él narró su experiencia en una ciudad a punto de ser tomada.
Gerda Grepp en Málaga en 1937.
“La cuidad estaba en completa oscuridad y todas las puertas y ventanas estaban bien cerradas”, explicaba Grepp de Málaga. Al día siguiente, caminando por el puerto, un guardia les informó de que la aviación se acercaba. Las sirenas comenzaron a sonar y la gente salió despavorida por la calle. “Los hombres miraron al aire, escupieron y fingieron no tener miedo, pero todos tenían los ojos especialmente brillantes”, escribió la noruega. Era el comienzo del azote franquista contra la ciudad.
Simone Téry
La francesa Simone Téry (1897-1967) fue enviada a España por L’Oeuvre tras los sucesos revolucionarios de octubre del 34. Después del estallido de la Guerra Civil, regresó en febrero de 1937 enviada por el diario comunista L’Humanité. En la revista Regards firmó un relato muy detallado de la Desbandá, con imágenes de Robert Capa y Gerda Taro, según recoge la obra de Díaz Nosty.
Aunque el investigador considera, según la cronología de otros trabajos de la autora en Madrid y Valencia, “que no vivió en primera persona, sino que recogió las impresiones de otros periodistas”, entre ellas Grepp.
Fuese o no testigo de excepción, Téry relató: “En un abrir y cerrar de ojos la ciudad se vació. No había tiempo que perder, y la gente se iba como podía, en alpargatas, en zapatillas, con los niños en brazos. En unas horas, doscientas mil personas se acumularon en la ruta de Almería, hacia la España republicana, hacia la libertad”. Poco después se desencadenó el bombardeo sobre los que huían. “A lo lejos, el cielo estaba salpicado de puntos negros. El zumbido creció […] Entonces, comenzó el crimen, el crimen inexpliable, el que no será perdonado por los siglos de los siglos”, escribió Téry.
Simone Tèry.
Según recoge Díaz Nosty, la francesa publicó cómo aviadores italianos barrían con sus ametralladoras a la multitud, una y otra vez, y lanzaban granadas sobre la gente desde escasos 20 metros de altura. “La carretera está plagada de cadáveres de viejos, de niños de mujeres. Pero eso no es todo. Desde el mar, la flota rebelde también comienza a disparar […] Las personas que no morían por las balas de las ametralladoras, destrozados por las granadas o los obuses, eran aplastadas por los peñascos”.
El reportaje publicado en Regards recoge el pánico y el caos, la sangre, los lamentos de los heridos, pisoteados, los llantos de los niños perdidos. Téry, además de escribir sus crónicas y reportajes para diversos medios, las ilustró en muchos casos con sus propias fotografías.
Tina Modotti
Tina Modotti (Italia, 1896-1942) fue una activista y fotógrafa italiana, emigrada a Estados Unidos, cuya afiliación al Partido Comunista la llevó a la Unión Soviética. Nada más estallar la guerra en España viajó hasta el seno del conflicto para atender tareas solidarias de asistencia sanitaria y comunicativas, como periodista y fotógrafa del semanario Ayuda, órgano del Socorro Rojo Internacional en España.
Eso sí, como destaca el investigador, lo hizo generalmente desde el anonimato. Colaboró en las unidades móviles de transfusión de sangre del médico canadiense Norman Bethune que auxiliaron a los desplazados de Málaga el 12 de febrero del 37.
“Cabe sostener la hipótesis de la autoría del reportaje que describe los bombardeos sobre la población civil que huía de Málaga”, apunta Díaz Nosty y destaca que fue “con gran probabilidad” la responsable del artículo Málaga-Almería: Ruta sangrienta y testigo de “la bíblica columna” malagueña que dejaba tras de sí la ciudad.
Tina Modotti
Kate Mangan
La periodista y actriz británica Kate Mangan (1904-1977) viajó a España con la intención de unirse a las Brigadas Internacionales. A pesar de su desconocimiento sobre los entresijos de la política, Mangan “trazaba una panorámica muy rica de la España de a pie”, considera el investigador. “Uno de los reveses más severos que Kate vivió en la oficina de prensa de Valencia fue la caída de Málaga”, explica el autor. De los refugiados consiguió testimonios espeluznantes. Como el de una mujer gaditana que huyó hasta Málaga.
“Como los fascistas nos persiguieron de nuevo, continuamos con otras muchas personas. Llegamos a Motril, cayeron muchas bombas y disparos del cielo, del mar, de todos lados”, relataba la superviviente. Su cuñado y su prima murieron. Solo tuvieron caña de azúcar para comer, decía.
Otro relato desgarrador lo obtuvo de una víctima de los bombardeos de Motril. “Llevaba conmigo al bebé y estos dos niños eran lo suficientemente grandes como para seguirme, pero dos más pequeños se quedaron atrás”.
Credencial de Kate Mangan.
Lini De Vries
Lini De Vries, hija de holandeses pero nacida en Estados Unidos, fue enfermera en las Brigadas Internacionales. En sus memorias tituladas España 1937, cuenta que llegó a Málaga con el equipo del canadiense Bethune.
“Estábamos en Málaga suministrando sangre cuando la ciudad fue bombardeada. […] La gente huyó. Metimos cuantos chicos fue posible en nuestro camión. Cientos, miles de mujeres y niños seguían a lo largo del camino, llevando en cochecitos y carretillas de mano sus más importantes enseres domésticos”.
De Vries narró cómo los aviones italianos y alemanes volaron bajo, “a tan poca altura que contemplábamos las horribles muecas sonrientes de los aviadores que nos atacaron con sus ametralladoras […] No pudimos detenernos a cuidar de los heridos, a aplicarles transfusiones. ¡Suerte tenemos de poder contarlo!”, contó en su libro.
Elizaveta Alexandrovna Parshina
Elizaveta Alexandrovna Parshina (1913-2002) nació al sur de Moscú, estudió español y francés y trabajó como intérprete. A España llegó en 1936 como mecanógrafa de la embajada soviética. Eso, según la versión oficial. Realmente, comenta el investigador en su libro, “asistió a distintas operaciones acometidas por mineros y campesinos malagueños cuyo objetivo era la voladura de puentes e infraestructuras”. Esto le valió el seudónimo de La dinamitera.
Málaga formó parte de sus memorias, a pesar de reconocer que no sabía nada “de una de las ciudades más antiguas de Europa”. Mientras la provincia estaba a punto de caer en manos de los aliados de Franco, comenzó su labor con los dinamiteros que querían impedir el avance de las tropas nacionales, aunque sin resultados.
Los malagueños se preparaban para partir. “Los suburbios al este de la ciudad estaban llenos de refugiados, apenas podíamos atravesar las calles atestadas de gente […] Ancianos que se movían con dificultad, soldados heridos, familias enteras con muchos niños, madres con bebés”, escribió años después.
A las penurias en la carretera se unió el miedo y la muerte. “Los obuses estallaban entre las rocas, sobre la carretera empezó a caer una lluvia de pedruscos. La gente corría llevando a los niños en brazos, abandonando los últimos restos de sus pertenencias. Se oían los llantos y los gemidos de los heridos. Todos intentaban llegar a alguna curva donde la carretera se alejara del mar”, describió.
“Había un carro volcado en nuestro camino. Del montón de harapos asomaba la manita de un niño. Corrí hacia el carro pero al ver al niño me di cuenta de que ya no necesitaba ayuda […] A partir de aquel momento me di cuenta de que ya no podía dejar las armas. Había empezado una nueva vida, la vida del soldado y ese nuevo camino me lo marcó la mirada congelada de aquel niño”, escribió Parshina en recuerdo de la Desbandá.
Fuentes:
Mujeres Granadinas represaliadas